Sueños Suicidas

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Madrugada en calma, luces sin sirenas en la puerta de un domicilio. La policía por fin decide actuar y nos indican que esperemos.
De un golpe derriban la puerta y entramos. El silencio nos recibe. Con maletines rojos y chalecos amarillos corremos hasta el lugar de los hechos.
Un conocido hombre con enorme cicatriz en un hombro, cuelga de una viga. Piel fría, rigidez de miembros y completa ausencia de vida.
Una nota de despedida con tinta de médico descansa en el suelo. Soy el primero en leerla:
«Algún día volaré sin alas, cruzaré el océano sin mojarme y haré un largo camino sin cansarme.
Algún día no podré ver como envejeces, mis manos no rozarán las tuyas y mi piel no dormirá abrazada.
Algún día seguro que me echareis en falta y no podréis hablar de mi a mis espaldas.
Ese día las sirenas tocarán mi puerta y yo no podré levantarme para abrirla.
Estoy convencido que el infierno será menos doloroso que la vida.
Algún día es hoy, ningún día es mañana. «
.
Terminé de leerla, miré el familiar rostro de aquel hombre y desperté de un salto en mi cama bañado en sudor. Me giré, abracé su piel, acaricié su alma y pinté de nuevo de insomnio mi noche.
Intentaré cerrar mis ojos y descansar, porque los sueños son solo sueños y rara vez se cumplen, ¿no?.

<Los médicos de familia debemos estar atentos para diagnosticar aquellos pacientes con riesgo de suicidio. A veces no es suficiente con imprimir una receta. Dedicado para todos aquellos que deciden seguir viviendo>.

JM Salas.

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{Este post en versión extendida seguramente aparezca en el libro Con Tinta de Médico, Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche}

A sus ordenes señora

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Hay verdades en urgencias que no se pueden eludir y esta es una de ellas.
Cuando vas a un domicilio a las 5 de la mañana y te encuentras a una paciente mayor, perfectamente vestida y arreglada, con su jersey, chaquetón y bolso, y cuando tú todavía no acabas de entrar a su casa cargado con las mochilas ya le escuchas la frase «¿ya llegó la ambulancia?» y enseguida ves que se pone de pie como si llegara tarde a una cita. Es que le va a dar igual lo que digas o hagas después de explorarla. Ella irá al hospital a que la vean si o si.
Compañeros, amigos del gremio, residentes y estudiantes de enfermería, ¡nadie está tan bien peinada a esas horas de la madrugada para quedarse en casa!, ¡nadie!. Sería todo una ofensa dejarla, si no para que creéis que llama.
No suele ser la primera vez que lo hace, es experta en estas batallas. Ya tiene preparada la carpeta azul con sus antiguos informes de ingresos hospitalarios junto con todas sus medicinas en una bolsa. Hasta conserva esa arrugada caja de aquel medicamento que un día su médico le recetó y no le sentó bien, para que no se lo prescriban nuevamente. Y es que lo mires por donde lo mires, no hay excusas para dejarla en observación domiciliaria, la puerta de urgencias del hospital no se puede perder su visita.
La tensión, saturación de oxígeno y glucemia mejor que la de gran parte de mi equipo de urgencias a esas horas, un color de piel envidiable y lleva puesta su colonia de los domingos. Además, la vecina ya sabe que le tiene que regar sus plantas. Nada que hoy toca viaje.
Las fotos del salón nos descubren que tiene una familia numerosa e ilusamente pienso que tal vez alguien pueda acercarla al hospital. Pero ella rápidamente me baja de mi nube y suelta la tan repetida frase, «no quiero molestar a mis hijos porque ellos mañana trabajan».
Así que solo me queda sonreir, sobredosis de paciencia y solicitar la ambulancia. Si no la derivo yo, más tarde le tocará a mi compañero.
En definitiva, hay fuerzas de la naturaleza contra las que no se puede luchar, y por mi experiencia se, que esta es una de ellas.

JM Salas

{Este post aparecerá en el libro Con Tinta de Médico. Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche}.

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

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Hace unos días nos dejó un gran humorista mexicano Roberto Gómez Bolaños más conocido como «Chespirito». Interpretó a los míticos personajes del Chavo del Ocho, el Chapulin Colorado o al doctor Chapatín. Series que nos hicieron pasar unas entretenidas y divertidas tardes en la pequeña pantalla.
Y es que el humor es parte de nuestra vida, y las personas que trabajan para provocarnos una sonrisa son auténticos promotores de salud, y merecen todo nuestro respeto y admiración.
A veces los médicos olvidamos sonreír, tal vez será por nuestro intenso ritmo de trabajo, por esas interminables y completas agendas de atención primaria o quizás por el poco tiempo que tenemos para dedicarle a nuestros pacientes, en ocasiones ridículamente inferior a los 5 minutos. Pero sea por lo que sea, nos olvidamos que una sonrisa es también un buen aliado terapéutico.
Los que me conocen saben que detesto a aquellos profesionales que deciden jubilarse en un servicio, siguiendo la ley del mínimo esfuerzo a la perfección, escapándose de sus obligaciones como un gato del agua fría y que descargan su frustración sobre sus pacientes. Y es que entiendo que es difícil sonreír cuando se trabaja sin interés o pendiente de las manecillas de un reloj.
Pero a veces no cuesta nada regalar una sonrisa y algo de comprensión desde nuestra consulta, un plus muy valioso aunque no sea un item contemplado en la nómina.
Espero que los residentes de medicina de familia, aprendan a ejercer su profesión con ilusión, entusiasmo y responsabilidad, pero que no olviden añadir una pizca de sentido del humor, empatía y amabilidad cuando tratan a sus pacientes. porque ellos se lo agradecerán.
Y es que ningún laboratorio podrá fabricar un medicamento que te haga tan feliz como lo puede hacer otro ser humano.
Muerto el chapulín colorado, y ahora ¿quién podrá defendernos?

J.M. Salas {Con Tinta de Médico}