Esta historia podría ser sólo un cuento o estar basado en hechos reales.
Desde hace algunos años peregrinaba de servicio en servicio, y cuando más trabajaba era sobre todo en los meses de playa y arena.
No pudo presentarse a una oposición por complicaciones en su embarazo. Pero su hijo ya creció, y ahora está felizmente sano.
Es una brillante enfermera pero no tiene ningún contacto. No está afiliada a sindicatos, y no tiene a familiares ni amigos ocupando algún cargo.
La política nunca le interesó, y se equivocó al pensar que puede estar ajena a su trabajo.
Tiene un máster en Emergencias y todos los servicios de urgencias por donde pasó, echaron de menos su partida.
Desde hace un año tiene una interinidad, pero ahora unos particulares traslados amenazan su permanencia.
En ocasiones se desilusiona y piensa que quien hace la convocatoria hace la trampa, y que el sistema no puede tener tanta capacidad de corriente para tanto inútil enchufe.
Sabe que en breve, en algunos servicios de urgencias extrahospitalarios tal vez desembarquen compañeros sin vocación de emergencias, deseando erróneamente jubilarse en su puesto de trabajo.
Ella conoce que la calle es dura. Y que cuando se necesita correr, los pesados maletines deben volar entre sus brazos. Y aunque el insomnio de la madrugada consuma parte de su esperanza de vida, nuestra eficiente amiga es feliz haciendo competentemente su trabajo.
Pero de vez en cuando una inquietud le roba el sueño.
¿No se deberían tener unas cualidades para poder trabajar subido en una ambulancia?
Nuestra afligida amiga reconoce que algún día ella también llenará de puntuables años su vida laboral, pero no le importa, porque está convencida que la edad, el estado físico, las habilidades o la formación, también tendrían que contar para ocupar un determinado puesto de trabajo.
Y piensa que lo recomendablemente sano sería el pensamiento opuesto, es decir, proporcionar una justa salida profesional para los que trabajamos durante muchas lunas en los servicios de urgencias. Pero eso es una utopía que a muchos representantes de colectivos que llenan su boca con un «estimado compañero» nunca les interesó apoyarlo.
Bueno, ella seguramente será desplazada, pero solo anhela que quien le mueva no sea sobrino de nadie, ni tenga predilección por un color político.
Desde hace años parece que en este juego siempre participan las mismas fichas ocupando diferentes casillas, y que algunas ya se están reservando un puesto ante la inminente partida.
Y la gente ya empieza a estar un poquito cansada.
Y como ella, cada día surgen más voces que aguantan las presiones para seguir opinando que otra forma de hacer las cosas también es posible.
Espero que algún día se ocupen determinados puestos por competencia y así nuestra compañera enfermera pueda demostrar su capacidad profesional trabajando en un equipo de urgencias y emergencias.
Mientras tanto desde este blog seguiremos escuchando mientras dure, la música de la orquesta de este, nuestro particular Titanic.
Archivos Mensuales: febrero 2015
Gripe, irresponsables y urgencias
En plena temporada de gripe, con los servicios de urgencias colapsados por virus, mocos y pañuelos.
El 1-1-2 nos reclama para que visitemos a una paciente de 50 años sin enfermedades de interés.
El motivo del aviso «cefalea, tos y fiebre».
Nos toca salir por la noche en la ambulancia con todo el equipo. El cansancio se dibuja en nuestros rostros, el día no nos dio tregua.
Llegamos al domicilio, una señora de aterciopelada bata, nos recibe tumbada en su sofá. Es la hora de su programa favorito y está atenta a la televisión, hoy tocan las nominaciones.
Con miedo a interrumpirla, le pregunto desde cuando está con los síntomas catarrales y sin demasiado interés me responde que desde hace solo tres días, pero que estuvo tomando paracetamol y «con eso, a ella esto no se le quita».
Le pregunto que si no mejoró, por qué no fue a ver a su médico de familia.
A lo que su marido inmediatamente me increpa:
– ¡Si está mala!, ¡cómo va a ir al médico!. Nosotros tenemos seguridad social y por algo pagamos nuestros impuestos.
Respiro profundo, cuento hasta diez y comienzo la exploración.
Me pongo el fonendoscopio y a regañadientes consigo que baje el volumen de la televisión.
Unos pulmones ventilando perfectamente a juego con una saturación de oxígeno al 99% vuelven a minar mis fuerzas, y para colmo, ahora da la coincidencia que ni rastro de aquella terrible fiebre. El termómetro se detuvo en los 37ºC al igual que mi paciencia. Su marido rápidamente apuntilla mi moral con un «si es que ella no es de tener mucha fiebre».
Tomo aire, suspiro y le explico que no tiene complicación alguna, que debe continuar con paracetamol, reposo y cama.
La señora aparta por primera vez los ojos de la pantalla y escupe un despectivo «¿y no me manda nada?, para eso no os hubiera llamado».
Habitualmente soy de los que se preocupan por educar en los avisos, y no me suelo morder la lengua. Pero esta noche no merece la pena que discuta, no estoy con fuerzas para intentar vencer esta batalla. Tuve que dejar a mi hijo de dos años con la chica que lo cuida y él si estaba verdaderamente necesitado. Vómitos, diarrea y fiebre de 39 grados lo tenían postrado en un sofá lejos de mi presencia.
Hoy no estoy para perder el tiempo, aunque llevo puesto el traje de médico, no me encuentro a gusto viendo a pacientes a domicilio sin necesidad real de asistencia.
Lamento que independientemente de otros problemas, el colapso en las urgencias se deba también a el mal uso que la población hace de los recursos sanitarios.
Así de regreso a Urgencias me pregunto, ¿será que algún día aprenderemos a valorar el sistema sanitario que tenemos?.
Una llamada rompe mi reflexión, nos solicitan ir a visitar a un chico de 25 años con fiebre.
De momento me temo que esa pregunta no tendrá una afirmativa respuesta.
J.M. Salas
[Sígueme en la nueva web www.contintademedico.com , Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche].
Urgencias de Hospitales colapsadas ¿y la atención primaria qué?
Siempre por estas fechas los servicios de Urgencias de los Hospitales en España se colapsan.
Los pasillos llenos de camas, goteros y pacientes son todo un clásico, y como el anuncio de la navidad nunca pueden faltar.
Las televisiones y periódicos se hacen eco de la noticia.
Es el momento para pedir mejoras tanto de infraestructuras como de personal. Incluso los más osados aprovechan esta coyuntura para sugerir que el origen del mal puede radicar en que no existe una especialidad de Urgencias.
Pues eso está muy bien, siempre he pensado que las oportunidades son para aprovecharlas.
Pero ¿dónde se encuentran los profesionales de Atención Primaria? ¿por qué el protagonista siempre tiene que ser el Hospital? ¿no se colapsan también las Urgencias de Atención Primaria?
Creo que al igual que la formación durante la especialidad cojea, la atención primaria está herida de muerte.
Se necesita ya, impostergablemente una Atención Primaria fuerte y flexible para adaptarse a los cambios, ajustarse a la población y sobrevivir en estas épocas del año.
Si yo pido cita a mi médico de familia y me la dan para dentro de 10 días, obviamente no esperaré hasta esa fecha. Y colapsaré los servicios de Urgencias tanto Hospitalarios como extra-hospitalarios.
Sí, este también puede ser nuestro momento para reclamar más profesionales de refuerzo en Atención Primaria, más infraestructuras, más centros de salud, habilitar más consultas en esos estupendos centros blancos (que cada vez se parecen más a los hospitales) o aumentar la inversión en tecnología que mejore las comunicaciones entre Atención Primaria y Hospitalaria.
Pero ahora no solo es el momento de pedir. También es el momento de dar.
Si sabes que en esta época del año aumenta la demanda, si sabes que tienes una lista de espera de una semana, si eres uno de estos compañeros que no toma ninguna medida, reflexiona un momento:
¿No podrías empezar tu consulta a las 8:00 en vez de a las 9:00?
¿No podrías dejar sólo un día de la semana para las sesiones clínicas?
¿No podrías dejar a los visitadores médicos para el final de la mañana?
¿No podrías disminuir temporalmente el número de tiempo destinado por paciente en consulta?
¿No podrías salir a tu hora sin necesidad de que nadie te controle?
Está bien quejarse, levantar la voz y aprovechar las oportunidades, pero también es el momento de poner de nuestra parte.
Dejar de echar la culpa a los que ocupan esos sillones de Directivos, Comisiones o Gerencias (que sin duda alguna son responsables de gran parte del problema) y aportar desde nuestra consulta unas medidas temporales para afrontar esta época del año.
Tal vez haya otros intereses, y que funcione mal un servicio, sin duda beneficia anheladas reclamaciones. Y por supuesto, cuanto peor funcione lo público, más demanda tendrá lo privado.
Pero estamos hablando de pacientes, estamos hablando de enfermedades que avanzan y se complican.
Situaciones excepcionales, (a falta de medidas excepcionales por la administración), requieren de profesionales excepcionales.
La atención primaria necesita un cambio, y todos podemos ser partícipes de ello.
J.M. Salas
(la esencia de este post estará incluido en un capítulo del libro Con Tinta de Médico, diario de un Médico adicto a las Urgencias).