Dolor con tinta de médico

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Francisco Villaespesa dijo una vez que «el mayor dolor del mundo, no es aquel que mata de un golpe, sino aquel que gota a gota, horada el alma y la rompe».
Y es que cuando el alma duele la vida se nos tuerce. Nos derrumbamos, y somos capaces de liberar todo un torrente reprimido de lágrimas. 
Esas que son incontrolables, imparables. Te esfuerzas por secar una y rápidamente aparece otra en su lugar. Son incómodas pero necesarias. Aunque no te gusta que te vean, aunque no quieres que ese sea tu perfil de Whatsapp, no puedes camuflar tu estado de ánimo, el manantial de tus ojos te delata, cual espejo de un corazón herido.
Y las heridas del alma son profundas, íntimas, de irregulares bordes y complejas. Difíciles de suturar. Como aquellas que para un tratamiento efectivo, necesitas trasladar al paciente a un hospital de tercer nivel. Estas heridas te parten en dos. Te provocan una hemorragia de amor incapaz de detener con un americano torniquete. Aquí no vale lo que aprendiste en el PHTLS porque el tratamiento solo reside en tu interior.
Y debes reaccionar porque este shock hipovolemico de amor puede empalidecer tu futuro.
Este particular dolor te puede parecer interminable, infinito. Y los que trabajamos en urgencias sabemos que este dolor no se controla subiendo la escalera analgésica, necesita algo más que eso, una pizca de comprensión, empatía y humanidad. Porque aunque este invisible dolor en ocasiones nos de un respiro, no te fíes, está siempre presente en nuestras vidas. Me resulta más fácil asegurar la existencia del dolor que la de un dios no objetivo.
Y aunque una temporada puede desaparecer, no debes subestimarlo porque siempre encuentra el camino de vuelta.
Así utiliza diferentes medios de transporte, la pérdida de un familiar, una ruptura amorosa, una quiebra económica o un simple beso de despedida.

Cuando no logres ver la luz del sol, recuerda estas palabras.
Si algo duele quiere decir que has amado, y si tienes la capacidad de amar, tienes la capacidad de soportar ese dolor, porque es parte del juego.
De este juego llamado vida, la cual a veces nos da alegrías y otras veces nos regala tristezas.
Pero este tipo de dolor siempre va a existir y siento comunicaros que todavía no se ha inventado un compuesto químico en el mundo capaz de quitarlo.
Por eso, debemos aprender de aquellos que vivieron con dolor. Como dijo Frida Kahlo, «el arte más poderoso de la vida es hacer del dolor un talismán que cura».
Acéptalo, llora, seca tús lágrimas, deja de buscar culpables y sigue. Porque no podemos evitar algunas pérdidas pero si decidir cuándo y cómo nos levantamos.

No esperes a que pase la tormenta, porque hay cielos que por el azar de la vida siempre van a estar nublados, por eso aprende rápido a bailar bajo la lluvia porque esta vida nos tiene reservada una fecha de caducidad para cada uno de nosotros y no merece la pena desperdiciar este tiempo sufriendo.

No olvides, «que es dentro y no fuera de nosotros donde hace buen o mal tiempo».

Dedicado para todos aquellos que viven con dolor.

J.M. Salas

Con Tinta de Médico – Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche

Carta a la compañía Grünenthal

Imagen de Leonard McCombe - Time Life

Imagen de Leonard McCombe – Time Life

La vida no prescribe, los errores tampoco.
Hoy el Tribunal Supremo ha rechazado que los afectados por la talidomida en España deban ser indemnizados por la compañía Grünenthal debido a los daños que les provocó este medicamento cuando sus madres lo tomaron durante el embarazo. Su argumento, que el derecho a ser indemnizados había prescrito, ya que los hechos se remontan a 50 años atrás.
De nuevo, hemos desaprovechado otra histórica oportunidad más para reivindicar nuestra condición de seres humanos. Porque al igual que ciertos delitos, hay errores que no deben prescribir con el plazo del tiempo, si no, la humanidad no aprende de ellos.
Y es que de vez en cuando, está bien reconocer que nos hemos equivocado y asumir nuestra responsabilidad sin buscar resquicios legales donde cobijarnos. Porque hay leyes que vulneran la justicia y merecen la pena que sean revisadas.
Cómo pueden decirle a los que le robaron su infancia, a los que le hicieron la vida más difícil desde antes de nacer, a los que le quitaron su sueño, que no les indemnizan porque no recurrieron a tiempo. Me da vergüenza escribirlo, peor me sentiría si tuviera que pronunciar esta sentencia.
Y este post Con Tinta de Médico va dirigido a la compañía Grünenthal, que tiene en sus manos revertir esa situación, porque la cantidad de dinero que se les pide es asumible y no deben existir empresas en un mundo globalizado que trabajen sin valores y menos en el ámbito sanitario, porque la salud no es un juego, y la vida debe protegerse.
Aunque a priori no lo entiendan, ganarán más perdiendo dinero que ahorrándolo, porque los seres humanos reconocemos las acciones ejemplares, y admiramos aquello que merece la pena recordar.
¿Cómo quieren que les recuerde la historia?
¿Cómo quieren que se sientan los que trabajan bajo su techo?
¿Cómo quieren que les perciban los que compramos sus productos?
Todos podemos cometer errores, la humanidad avanzó a costa de ellos.
Pero en esta oportunidad, no basta con un perdón, no basta por un silencio por respuesta, no basta con aceptar una sentencia, que en mi opinión es tremendamente equivocada.
Es el momento de que su compañía de un paso al frente y reconozca que hay errores que nunca prescriben, aunque una justicia a veces más ciega que justa, lo afirme.
Y es que la vida no prescribe, y los errores tampoco.

Dedicado a todos aquellos afectados por la talidomida.

J.M. Salas – Con Tinta de Médico

Yo también soy un refugiado

Niño sirio ahogado. Imagen de elpaís.com

Niño sirio ahogado. Imagen de elpaís.com

La muerte es dolorosa. Pero peor aún cuando se trata de un niño.
Comparto el dolor, de aquel profesional que lleva en brazos al pequeño, porque aunque dicen que los que trabajamos en urgencias estamos hechos de otra pasta. Eso, no es así.
Somos tan normales como cualquier persona, pero únicamente intentamos que en situaciones de emergencias, nuestras decisiones las siga tomando la cabeza, de un modo frío y al cien por cien concentrada en su trabajo. Nuestra responsabilidad no nos permite un despiste.
Pero todos tenemos un punto débil, y me atrevo a pensar que para la inmensa mayoría de los que trabajamos en los servicios de urgencias, es la muerte de un niño.
Y es que llegamos a una edad, que el que no tiene un hijo, tiene un sobrino, y la muerte de un menor no nos suele dejar indiferentes.
En esta profesión todos sufrimos dolorosas heridas que nunca cicatrizan, pero que a pesar de todo, nos permiten seguir adelante.
Tengo grabadas todas aquellas defunciones de menores que he presenciado, y todavía no he olvidado ningún accidente grave de los que atendí.
En la medicina de urgencias aceptamos que la muerte es parte de este juego, y que no todas las enfermedades se pueden curar.
Pero aún así, creo que los niños no deben morir. Y menos aún, hacerlo por causas evitables o falta de valientes decisiones.
El niño de la fotografía, aparentemente murió con los pulmones encharcados del agua del mar Egeo, pero lo que realmente le mató fue la indiferencia de algunos gobiernos para ayudar a miles de personas que huyen de un país en guerra.
La fotografía que avergüenza a Europa no representa solamente la muerte de un niño, es el fiel reflejo de la pérdida de un pedazo de nuestra humanidad, aquella que nunca recuperaremos y que siempre quedará enterrada en aquella orilla de esa playa de Turquía.
DEP Humanidad.
Hoy no estoy de guardia, pero tengo razones suficientes para justificar mi insomnio.
#Yosoyrefugiado

J.M. Salas – Con Tinta de Médico – Diario de un médico de urgencias adicto a la noche.