¿medicalizamos la vida?

broken heart

«El amor siempre empieza soñando y termina en insomnio»
Ricardo Arjona.

Lleva semanas anclada a una foto. Extraña demasiado aquel primer amor que perdió por miedo a lo desconocido.
Sus lágrimas decoran cada noche su almohada, y su insomnio no logra corregirlo con aquellas pastillas homeopáticas carentes de evidencia.
Una lluvia de dulces comprimidos inundan sin resultados su sangre, y aunque sus pulmones se llenen rápidamente de aire, a ella le cuesta un mundo no sentir esa intensa sensación de ahogo.
Sus manos tiemblan, su piel se moja y aquel recuerdo incrustado en su corazón continua desgarrándola por dentro.
Esta noche nos desplazamos a su domicilio, una crisis de ansiedad es el motivo del aviso.
Su juvenil habitación está decorada de posters de Auryn y One Direction, y sobre una mesa descansan unas cuantas bolsas de colorida ropa que todavía no ha sido estrenada.
Los padres está desesperados, siempre fueron muy controladores y esta situación se les escapa de las manos.
Me solicitan que le ponga un pinchazo, que le recete un ansiolítico o un buen antidepresivo, porque no quieren ver sufrir a su hija.
No comprenden que no existe un mágico medicamento que le cure a aquella adolescente su corazón herido.
No entienden que el amor es caprichoso, irrazonable y no se olvida a golpe de talonario.
Yo, que actualmente no uso bolígrafos publicitando medicamentos ni cobro por visita, les comunico con una picaresca sonrisa, que en mi maletín no llevo esa cura.
Pero por suerte o desgracia, todavía albergo en mi cabeza algo de cordura, aquella que aprendí tropezando en esta vida. Así que, no le prescribo medicamento alguno, le suspendo la inefectiva homeopatía y les informo que hay sentimientos que no se pueden medicalizar en esta vida.
Que un desamor a las diecisiete primaveras, habitualmente solo necesita 50 milígramos de espacio, un poco de compresión y tiempo.
Y quien se empeña en medicalizar un desamor es que nunca lo ha sentido.
Unas semanas después, aquella adolescente dejó marchar su primer amor y volvió a sonreír con las pequeñas cosas que nos regala la vida.
La agradecida familia acudió a la consulta para comunicarme su satisfactoria evolución.
Yo al despedirme de mi paciente, no pude encarcelar unas palabras con aroma de consejo, que me recuerdan que me voy haciendo viejo.

«No te preocupes Lucía, el amor no se busca, él sólo te encuentra«.

J. M. Salas

[trabajando en la autoedición de Con Tinta de Médico, diario de un médico de urgencias adicto a la noche]

Yo prescribo ¿y tú?

capsulas

Ya llevaba muchos años en esto, su vida laboral rebosaba puntos por su experiencia.
Le sobraban algunos kilos, pero los lucía con gracia y salero.
Su cabello era color plata y siempre acudía bien peinada a su consulta.
En su bata llevaba con orgullo un broche de una enfermera con cofia incluida, y siempre ponía aquella emisora de radio por las mañanas.
Su agenda no tenía demora, y sus pacientes estaban muy contentos.
Gracias a esa mezcla de experiencia y evidencia que sus manos desprendían, la mayoría de pacientes con úlceras crónicas que llegaban a su consulta de enfermería, mejoraban con el paso del tiempo.
Esa mañana escuchó en la radio que la Organización Médica Colegial está en desacuerdo con el Real Decreto que va a regular la prescripción de medicamentos por los enfermeros en España, incluso afirman, que esto podría provocar «graves riesgos para la población».
A ella se le escapa una sonrisa, suspira un «¡ay estos médicos!» y sigue curando a su paciente. Sigue haciendo lo que mejor sabe hacer, su trabajo.
Unos minutos después, un anuncio en la radio nuevamente la sorprende, y es que el Colegio de Enfermería de su Provincia ya está organizando unos cursos sobre prescripción para sus colegiados. Nuevamente suspira, pero esta vez con un «¡ay estas enfermeras!», y continua haciendo perfectamente su trabajo.
Al terminar la cura le comenta a su paciente:
-Paco, el próximo día me traes uno de estos parches que no receta el seguro para que te siga curando, la úlcera va muy bien. Y ya sabes que si te duele, tómate algún comprimido de paracetamol de esos que tienes en tu casa.
Apunta la evolución y recomendaciones en su historia clínica, y continua con el siguiente paciente.
María tiene 55 años, es enfermera en un centro de salud, y es totalmente competente en su puesto de trabajo.

Creo que nuestros profesionales de enfermería están sobradamente capacitados para esta labor. No todos los médicos compartimos el comunicado de la OMC, y en ocasiones es necesario romper una lanza por nuestros compañeros de enfermería.

J.M. Salas
[Con Tinta de Médico, Diario de un Médico de Urgencias adicto a la Noche, próximamente]