Unos con tarjetas black, otros sin tarjeta sanitaria

BlackCard

La paciente entró asustada a nuestro servicio de urgencias, agitada con problemas para respirar.
Su piel estaba caliente, como el sol de una tarde de verano. Sus desorbitados y agitados ojos buscaban nuestra ayuda y complicidad.
Una glándula descontrolada desde hace años le ha provocado una tormenta tiroidea en su cuerpo, cambiando y acelerando el ritmo de un corazón previamente sano.
Hace unos años tenía un buen control de su hipertiroidismo, le hacían sus analíticas y su médico de familia le llevaba un seguimiento. No hacía un excesivo gasto al sistema sanitario, pero lamentablemente una política restrictiva del gobierno canceló el acceso a la atención primaria de los inmigrantes indocumentados, y a ella la alejó de sus valores normales. Circunstancia que hoy casi le cuesta la vida.
Desde que llegó a España está cuidando ancianos, vive velando por la salud de nuestros abuelos, mientras la de los suyos se deteriora en su país de origen.
Su prometida regularización nunca llegó. Y ella reconoce desesperada, que a veces la única diferencia entre la vida y la muerte puede ser que su nombre aparezca inscrito en una tarjeta de plástico.
Lamentablemente esta es su realidad y la de muchos de los inmigrantes que atendemos en los servicios de urgencias.
Pacientes que caminan estilo walking dead, como zombies perdidos en el sistema.
Personas que viven en España, y que algunos trabajan duramente, cobrando un sueldo mínimo no regularizado, que finalmente les conduce a ser tratados como ciudadanos de segunda categoría.
Y es que las tijeras en educación y sanidad siempre lesionan a los colectivos más vulnerables y a veces no es suficiente con suturar superficialmente las heridas durante una interesada campaña electoral.
Que importante sería una verdadera revolución de la atención primaria, una verdadera lucha por mantener eficaz y eficientemente este sistema sanitario, para que salga definitivamente de la UCI en la que se encuentra.
En urgencias cada guardia lidiamos con la muerte, y eso me recuerda la fragilidad de la vida. Pero también somos testigos del sufrimiento humano y de la condena que provocan los problemas socio-económicos en la salud de nuestros pacientes.
La vida es así, unos con tarjeta black, otros sin tarjeta sanitaria.
Me permito un consejo: vive, ama , sueña y lucha por aquello que crees que merece la pena. Porque a veces el cambio no es solo una opción, sino una verdadera necesidad.
Me encantaría ver algún día sillones sin letargo y voces sin miedo.
Creo que hoy me toca otra noche de insomnio, otro post Con Tinta de Médico.

J.M. Salas – Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche.

La triste realidad de hacerse viejo

old man

Y pasan los años. Y las historias se repiten.
Distintos pacientes, similares males.
Esta noche la guardia fue monotemática.
Ancianos abandonados, solos, dependientes, anclados a una cama, con pañales XXL y bebiendo agua con espesante para no atragantarse.
Y es que en ocasiones hacerse viejo es una putada, y que me perdonen las putas. Pero los que cruzamos el umbral de algunos hogares y nos colamos en la intimidad de las casas, descubrimos lamentablemente la triste realidad en la que viven algunos de nuestros ancianos.
Aquellos que yacen alejados de la mano de dios, tristemente acompañados por un botón colgado al cuello.
Y es que hay hogares todavía vírgenes para algunos compañeros de atención primaria, donde a veces se echa en falta una visita a domicilio. Aquella que nadie solicita, la del paciente que nunca le ponemos cara.
Y solo deseo que ahora que en twitter el hastag #HaciendoDomis está de moda, esperemos que las visitas a domicilio también sean trending topic, porque son muy necesarias. Y la administración debe apoyarlas, no es tiempo de excusas sino de cambios, y se deben liberar de cargas administrativas a médicos y enfermeros del centro de salud para facilitar los avisos a domicilio.
Ayer fue una de esas noches, en las que pierdo la fe en una vejez digna.
Una guardia que puso de manifiesto que la sociedad está enferma de amnesia, y que lamentablemente, olvidan más los jóvenes que los viejos.
El 15 de Junio se celebró mundialmente el día internacional de toma de conciencia de abuso y maltrato en la vejez, ¿será que sirve de algo acordarse un solo día de nuestros ancianos?
Hoy me toca otra noche de insomnio, otro post Con Tinta de Médico.

J.M. Salas – Con Tinta de Médico, diario de un médico de urgencias adicto a la noche.

Pacientes «macho man» en Urgencias

macho

Pero que valientes son todos los borrachos.
Pero que fuertes son todos cuando beben unas copas.
Esta noche, nos toca suturar de madrugada.
Es fuerte, un fan del gimnasio. Parece tronista de «mujeres, hombre y viceversa» y lo acompaña su adolescente novia.
Él entra medio obligado a la consulta, sus amigos lo escoltan.
Aparentemente no quiere que le curemos, dice que no tiene nada.
Sólo quiere llegar a su casa y coger una pistola para matar al que lastimó su orgullo.
«¡Cose! ¡venga!, y luego me voy a por la pistola» -repite una y otra vez.
Pero conforme ve el tamaño de la aguja, y le explicamos las heridas que presenta en cara y cuello, su hombría comienza a desinflarse, como cuando se le quita el aire a una colchoneta para niños.
Ahora quiere anestesia y exige no sentir nada. Llora y grita cada punto como si lo estuvieran torturando. La actuación de Silvester Stallone en Rambo se queda pequeña ante este brillante papel.
Con el paso del tiempo, se olvida de la pistola, de las balas y de la venganza, ya solo le interesa que terminemos la sutura y donde se debe curar mañana.
Las lágrimas caen sobre su mejilla y encuentra el consuelo en el hombro de su incrédula novia.
Mañana le dolerá un poco, y ya me imagino lo que gritará en la cura.
Que pena que el valor no se mida por el peso que eres capaz de levantar frente a un espejo.
Por suerte este será el último paciente de la noche, la fiesta ya acaba. Hasta la próxima «macho man».
Mañana seré yo el que me tome una copa, pero en balón grande, con mucho hielo, en buena compañía, sin revolver, heridas ni pistolas.
Creo que me voy haciendo mayor.
Otra noche de insomnio, otro post Con Tinta de Médico.

J.M. Salas – Con Tinta de Médico – Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche.

Urgencias, risas y ancianos

ancianos_beso

Nos avisan por la clásica dificultad respiratoria de la madrugada.
Sus hijos nunca llegaron. Y unos muñecos de peluche son su compañía.
Él sentado en un sillón, mal regalo de un ictus.
Ella con problemas para la deambulación, fruto de una enfermedad degenerativa.
Da igual el motivo del aviso, da igual la gravedad. La anciana nos recibe con una sonrisa.
En esta ocasión no parece nada serio, en dos minutos podemos terminar este aviso. Pero decidimos darles un tiempo y aunque llamamos al 112 y nos quedamos libres, permanecemos un poco más en aquel domicilio.
Esta entrañable pareja nos cautiva, nos trasmite, nos enseña.
Conozco la magia de los años. Y que las arrugas tienen mucho que contar, más que algunos reeditados libros de urgencias.
En esta ocasión me acompaña una residente de medicina de familia, que soluciona perfectamente el motivo del aviso. Yo simplemente, intento hacerme invisible y le dejo su espacio.
No le voy a enseñar como tratar una infección respiratoria, ella ya lo sabe con creces. Simplemente intento mostrarle aquello que no suele estar escrito en los libros.
Que aprenda las limitaciones de cualquier pastilla, y que entienda que a veces dedicarles un tiempo a nuestros pacientes es el mejor regalo que les podemos hacer para preservar su salud.
Es importante que las nuevas generaciones, aprendan a tratar a los pacientes y no solo a sus enfermedades.
La risa es parte de cualquier terapia y la soledad suele ser un terrible enemigo para la salud de nuestros ancianos.
Este aviso terminó compartiendo unas risas junto a unos desconocidos ancianos.
Algunos pensarán que esa noche perdimos unos minutos de almohada.
Otros, que tal vez ganamos un poco de aire para seguir trabajando en las urgencias de la calle.
Otra noche de insomnio, otro post Con Tinta de Médico.

J.M. Salas