Carta a una enfermedad terminal

¿como-escribir-una-carta

<<Te odio.

Nublaste mi futuro.

Oscureciste mi presente.

Acabaste con mis sueños y esperanzas.

Y yo nunca hice nada malo para merecer esto.

Nunca te invité a mi casa.

Nunca quedamos para salir, y aún así me encontraste, diste conmigo.

Y ahora, estás aquí. Eres la triste protagonista de mi vida.

Arañas lentamente mi alma y alejas cualquier esbozo de sonrisa en mi rostro.  

Y después de ti sé que no habrá nada.

Durante un tiempo seré un doloroso recuerdo, una emotiva lágrima en la intimidad, y luego pasaré como todos al cajón del olvido, porque la vida sigue, la vida continúa.

¿Dónde quedaran mis sueños? ¿dónde enterraran mis esperanzas? ¿donde naufragarán aquellos días jamás vividos?

Hoy solo quiero que esto termine. Que mi sufrimiento se acabe. Sin rencor, sin remordimientos.

Ya no quiero seguir luchando. Yo reconozco las limitaciones de la ciencia, y ésta debe reconocer mi derecho a decir «no» a más prolongaciones innecesarias.

Porque yo no quiero sondas, no quiero oxígeno, no quiero camas articuladas ni televisión las veinticuatro horas del día.

No quiero ver pasar la vida como un mero espectador sin poder ser partícipe de ella.

Y por supuesto no quiero morir entre las cuatro frías paredes de un hospital.

Necesito que mi último aliento sea rodeado de los míos, de mi familia, de mis amigos, acariciando a mi fiel perro. Entre mis sábanas. Bajo mi techo. En mi cama.

Ya no quiero seguir sufriendo. Ya no quiero seguir viviendo.

Respeto y admiro a los que si lo hacen. A los que son capaces de vivir hasta el último día con esto, pero el actor principal de esta película soy yo, y yo debo ser el que decida un «hasta cuando».

Sin arrebatos, sin caprichos, sin trastornos del estado anímico. Consciente de mi proceso, consciente de mi calvario.

¡Te odio!, me arrebatas la vida, pero yo seré el que decida «hasta cuando», ¡yo seré quien decida el maldito «hasta cuando»!.  >>

Esta carta pudo haber sido escrita por alguno de los pacientes que asistimos a diario en urgencias y tal vez haya sido realmente escrita.

Debemos avanzar. Debemos aprender. Debemos respetar la voluntad individual, y que esta prevalezca sobre morales intereses colectivos.

Me toca otra noche de guardia, me toca otra noche de insomnio Con Tinta de Médico.

 

J.M Salas

Con Tinta de Médico – Diario de un médico de urgencias adicto a la noche

 

Eutanasia, ¿abrimos el debate?

2014-09-13 23.45.43

Al final de una pasillo decorado con un auténtico papel vintage. Una anciana yace postrada en una cama de una gris y poco iluminada habitación. Las ventanas como siempre cerradas y la ventilación brillando por su ausencia. Recuerdo saunas menos calientes que ese lugar. Un olor a humanidad nos invita a salir, pero estamos de guardia y es parte de nuestro trabajo.
Abdomen globuloso, tez pálida y unos hundidos ojos azules roban mi atención desde que entro.
Gime suavemente e intenta decirme algo. Me doy mi tiempo, todavía no enfrento esa mirada.
Buenas constantes, carpeta repleta de informes y en seguimiento a domicilio por cuidados paliativos. Hace ya algunas lunas que le suspendieron la quimioterapia y ahora sólo espera que mientras la muerte se decida a visitarla, el dolor la haya abandonado.
Su marido a milímetros de su piel, como un fiel compañero. Unos ojos ciegos de amor, incapaces de ver la gravedad en la que se encuentra su cónyuge, le ocultan sagazmente la cruel realidad. Para él, ella sigue siendo la misma joven de pelo corto y fuerte carácter que lo cautivó hace ya algunas bodas de plata.
Nos avisan por dolor, la medicación prescrita ayer, hoy ya es insuficiente. Palpo su abdomen inevitablemente distendido, unas vísceras endurecidas como piedras acompañan un hipofonético corazón que se está quedando sin bateria. Retiro el fonendoscopio de mis oídos y ya me atrevo a enfrentar esa mirada. Sus hundidos ojos color océano, se humedecen, su arrugada mano rápidamente atrapa la mía y escucho unas justificadas palabras que me suplican rotundamente «doctor, yo lo que quiero es morir».
Nunca supe mentir, a no ser que sea piadosamente justificable, no es mi estilo. En ese momento pensé que yo en su piel hubiera dicho exactamente lo mismo, que a veces no es suficiente con solo vivir, sino que también es fundamental el como hacerlo. Miré a mi enfermera de vacaciones y le pedí gentilmente que le administrara media ampolla de morfina, sólo con fines analgésicos, en este país la eutanasia todavía no está permitida.
Le dije que con esa inyección descansaría y me despedí sabiendo que a veces hago lo que debo pero no lo que me gustaría. Dí un código al CCU y cerré el aviso.
Lo interesante de inventar una historia, es que el que la cuenta siempre puede cambiar el final y en ocasiones hacerlo éticamente correcto.
Lamento que todavía el poder de decidir hasta cuando continuar con nuestra vida, no nos pertenezca.
Eutanasia, ¿abrimos el debate?

{Continuará en el Libro Con Tinta de Médico, Reflexiones de un Médico de Urgencias adicto a la noche}